Posts Tagged ‘tablas de bessel

22
Oct
08

Extranjeros

En los alrededores del Café Valencia el paisaje gastronómico alternativo era estepario o monzónico cuanto menos, así que los días venideros hube de perpetrar en él otros varios actos de deglución bacteriana, descartando contraer en ellos el más mínimo placer. La calidad de los alimentos y mi incipiente trancazo me lo hubieran impedido.

Sin embargo, y comparando con decenas de lugares donde había ya probado el café de la city, el que allí servían no era tan perverso. Disfrutar de un café en es algo muy complicado: si tienes un mínimo gusto, no puedes aceptar demasiada o demasiada poca espuma, un exceso o defecto de agua o de leche…hay muchos y diversos baremos de permisibilidad. Y en Londres, a tenor de la cantidad y calidad del café que se toma, estos baremos no existen. Todo vale. Se puede tomar un vaso de duralex y llenarlo con agua del fregadero donde reposaba la vajilla sucia del pollo asado con verduras que nadie sabía de quién era y por eso no se limpió en una semana. Calentar esa agua en una electric heater, sin mirar muy al fondo, no vaya a ser que se descubran restos de plástico náufragos o electrolitos disueltos de la resistencia de hierro oxidada del aparato, desprendidos tras años de uso irresponsable. Añadir el líquido hirviendo a un vaso de plástico de 100 hectólitros cúbicos donde se vertiera un dedo de gorila de café soluble, y colmar el resto con esa leche grasa que aquí acostumbran. Diablos, con esos pastos tan frondosos y exquisitos, el pobre establo británico tiene que estar con el colesterol por las nubes. Las cantidades de azúcar necesarias para endulzar el fatídico brebaje resultante oscilan entre las 1.000 toneladas de white sugar y 1.500 de toneladas de brown sugar, que es aproximadamente la producción mensual de azúcar de la provincia de Chittagong en Bangla-Desh. En los establecimientos suele haber disponibles réplicas de lanzas de justas medievales para remover el cóctel, y un ingeniero mecánico apostado junto a la caja calcula el ángulo de caída óptimo de la lanza en su viraje, así como las posibles trayectorias regulares y caóticas. Los resultados y los teoremas seguidos en la resolución del problema se presentan en capítulos de quince a veinte páginas, acompañados de las tablas de Bessel y algunos otros anexos de utilidad. El papel del ingeniero mecánico en el negocio es, como podéis ver, esencial. Tanto es así, que en diversos colleges británicos se está planteando la opción de diversificar esta especialidad para atender a la creciente demanda del mercado.

En mi mesa, un plato limpio de chicken takki y siete chips fritas procedentes de una patata gigante rusa que se cortó en las cuchillas de una turbina de alguna fábrica de componentes de industria pesada reutilizada. Cigarro en la mano y piernas cruzadas. De repente, un estruendo bélico a mi derecha. Españoles, una decena de ellos cruzando la calle hacia la acera del Bar Valencia. Jóvenes universitarios, pantalones caídos, barba de pocos días, sepultados entre mapas y confusos en extremo. Entre gritos estentóreos, discutían la conveniencia o no de entrar en dicho bar. ¿Es español?, preguntaban unos. Una voz sensata se alzó entre ellos: no, no lo es, se llama “Valencia” pero todos los platos son de comida rápida y también de cosas extrañas. Hay macarrones, saltó una chica, y parecía excitada. Bueno, yo voy a pillar unas mesas ahí fuera, apuntó otro. A mi lado había tres mesas libres y el chico se sentó, mientras los otros deliberaban si pedir la comida casera con pinta de plato servido en el restaurante de los hermanos Fratelli, o un chicken burger de ésos, que ya sabemos de qué va el rollo.

En el entre tanto, de las sombras surgió una forma humana ataviada con sudadera rosa de lana gastada, una gorra gris raída y zapatillas deportivas blancas de mercadillo. Preguntó al chico español sentado a mi derecha si podía sentarse en una de las mesas. El chico no entendía una palabra, salí en su auxilio. No, están ocupadas, le expliqué a la mujer, pero puede sentarse junto a mí si quiere. Además, yo me voy en pocos minutos.

La mujer preguntó al chico si eran españoles. Sí, somos españoles. Yo le dije a la mujer:

También yo soy español.

Ahh…y yo argentina.

Vaya, pues aquí estamos, fíjese usted.

¿Habéis venido aquí de vacaciones?, le pregunté. Sí, una semana, ¿y tú? Creo que he venido para quedarme, uno no sabe…El chico se disculpó, creo que vamos a comer al final en la otra parte de la terraza. Pues que disfrutéis vuestro viaje, tío.

Vino el camarero y se llevó mi plato. Yo me lié otro cigarro.

La mujer argentina se había sentado enfrente de mí, y dejó encima de la mesa un vaso pequeño de café, de medio litro. El vaso estaba lleno, y el café hervía en su interior.




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